Croacia y su pléyade de islas es un destino idílico para cualquier amante del sol, la cultura y la gastronomía.
Muy cerquita de la televisiva Dubrovnik (no en vano es una de las localizaciones más importantes de Juego de Tronos) se encuentran agazapadas una serie de joyas rodeadas por aguas del Adriático. La célebre y cool Hvar, el paraíso natural de Mljet y la medieval Korcula.
Hvar.
Aunque de lado a lado no llega a 70 kilometros, Hvar es uno de los destinos más lujosos de la Costa Dálmata. Entre sus puntos fuertes destacan un inagotable ocio nocturno, restaurantes de primer nivel, unas playas bañadas por un espléndido azul turquesa y una atmosfera embriagadora, con mucho encanto.
En las llanuras de Stari Grad (la “Ciudad Vieja”) podrás divisar viñedos y olivares en un paisaje cultural agrícola que se mantiene desde la época griega y que la UNESCO ha declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Cuando llega la primavera, Hvar se tiñe de violeta y pasa a ser conocida como la isla de la Lavanda.
Hvar, Jelsa y Stari Grad son las tres ciudades más concurridas de la isla. Esta última, que es destino final de los ferries procedentes de Split, cuenta con un casco histórico muy bullicioso en verano. El encanto de Jelsa transita entre la costa y los interminables pinares.
Mención aparte merece la propia Hvar, calificada hasta la saciedad como la “Ibiza croata”, que alberga los más refinados hoteles y restaurantes y cuenta con atractivos suficientes para justificar una visita.
En su plaza principal destaca la catedral de san Esteban, por ser una de las más antiguas de Dalmacia y por su campanario de cuatro pisos.
El Arsenal, que cuenta con el teatro más primitivo de Croacia, el museo y monasterio Franciscano o la Fortaleza Fortica, y sus asombrosas vistas, son algunos de los puntos de interés de la isla.
Los otros son sus paradisiacas playas, hermosas calas de gravilla y arena en las que la vegetación se funde con el mar.
A escasos metros de Hvar tienes las playas de Banj y Laterna; al norte de la isla puedes encontrar la playa de Soline y la nudista Glavica, en el pueblo de Vrboska, y la isla de Zecevo; las playas de Mina y Grebisce en Jelsa; la tranquila bahía de Dubovica, al este de Hvar
Una de las playas más conocidas del pueblo de Jelsa es la de Mina, a unos 500 metros del centro, donde se pueden alquilar hamacas y refrigerarse en un restaurante cercano. Otra playita cercana es la de Grebisce; al sur, y de difícil acceso (en verano se puede coger un barco), se encuentran las calas de agua cristalina de la isla de Scedro.
Korcula.
Tejados de color bermellón, las murallas y la piedra blanca le otorgan a Korcula ese aire medieval tan característico de Dubrovnik, aunque sin el intenso transitar de turistas.
Ciudad natal del celebérrimo Marco Polo, su arquitectura urbana está ideada para evitar los fríos vientos del norte pero permitiendo que la brisa del mar se pasee en verano por sus calles construidas en forma de espina de pez.
Una vez allí, tienes que visitar el Ayuntamiento, la catedral de San Marcos, el Museo de la Ciudad y la casa donde nació Marco Polo, ahora museo.
Y a la hora de explorar la isla, no te pierdas la aldea de Lumbarda, con sus vastos capos de olivos, sus viñedos y la playa de Przina; Pupnat y el encanto de sus casas antiguas de un solo piso que conservan aún conservan losas de piedra a modo de techos; el aceite, el vino blanco y las playas de guijarros de Cara, así como la iglesias de Nuestra Señora del Campo de Cara, santuario de peregrinación desde el s.XIV; el pueblo de pescadores y las deslumbrantes playas de Racisce; y la tranquila Kneza, con las calas de Samograd y Vaja, de piedras blancas.
La época estival es propicia en Korcula para la celebración de fiestas culturales: como la Danza de la Espada o “Moreska”, Patrimonio Cultural Inmaterial del país, el festival de los juegos caballerescos o el festival barroco de Korkyra.
Mljet.
Paraíso natural por excelencia, de inmensa fauna, especialmente aves, que campa a sus anchas por los frondosos bosques de pinos y los prados de color esmeralda. Mjlet es el lugar perfecto para relajarse, vivir la naturaleza y practicar la pesca o el senderismo.
La primera parada se encuentra en Unije, donde podrás divisar un islote en medio del lago Veljko Jezero coronado por el monasterio benedictino de Santa María, que data de 1151.
Este lugar es parte del Parque Natural (cuya entrada tiene un coste de 12 euros). Poblado de acantilados, grutas y un intenso color verde, el Parque te va a enamorar si te gusta el senderismo o la bicicleta.
Encontrar alojamiento en Mljet es una ardua tarea pues solo hay un hotel, así como moverse por los distintos pueblos de la isla (no hay transporte público, siendo necesario contratar una excursión o alquilar un automóvil)
Si puedes, acércate hasta Polace a ver sus ruinas romanas y a Polje para adentrarte en la cueva de Odysseus.
Triunvirato de éxito garantizado si eres un amante del sol y la playa, Hvar, Korcula y Mljet son el refugio soñado por cualquier amante de la naturaleza. Teniendo una alternativa más movida y la posibilidad de desconectar y sumergirte en un mar de tranquilidad. Y es que Croacia tiene mucho que ofrecer.